Además, y por si fuera poco, dispuso por decreto del Obispado mantener la costumbre litúrgica de aceptar sólo monaguillos varones para el servicio del altar.
La arbitraria decisión del obispo Martínez generó malestar en muchas mujeres que ya estaban prestando sus servicios en los altares. Las mismas fueron formadas por sacerdotes en iglesias y parroquias para desempeñarse como “monaguillas”.
Aparentemente, esto último generó disgusto por parte del pastor de la diócesis, quien fue alentado por los comentarios de los sectores más conservadores de la Iglesia católica apostólica y romana de la Provincia, ya que Dios los cría pero el machismo los amontona.
Para evitar que los sacerdotes continúen formando “monaguillas”, en el decreto del Obispado se exhortó a los religiosos a “mantener la costumbre litúrgica de que los monaguillos deben ser únicamente varones”.
También expresa que “los sacerdotes deben promover y formar sus respectivas jurisdicciones en niños y jóvenes VARONES para el servicio de monaguillos”, por si no quedaba ya claro que los que siempre pisarán fuerte el altar serán ellos, nunca ellas.
Una de las mujeres que ya se encontraba prestando servicio en la Catedral declaró que varias veces pretendió realizar alguna lectura en los oficios religiosos fúnebres de familiares, y el párroco del lugar le respondió que sólo los hombres pueden estar en el altar realizando dicha tarea. ¿La razón? Muy bien, gracias.
En el decreto del Obispado en ningún momento se dieron motivos válidos -si es que los hay- por los que las personas de sexo femenino no pueden estar en el altar.
Asimismo, Martínez puntualizó en el texto que él “es el moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica de la diócesis que le fue confiada”, o sea que por ahora la única “razón real” de todo esto es él.
El movimiento feminista que se viene gestando en los últimos años no cuenta con el apoyo de la Iglesia, que se encarga de defenestrar la lucha por sus métodos poco ortodoxos, y manifiesta muchas veces que las mujeres “deben acercarse más a Dios” para sobreponerse a las atrocidades que el machismo les ha hecho pasar. Una acción sumamente difícil de realizar para aquellas que lo intenten ya que ni el altar pueden pisar.